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Here in my car

Where the image breaks down

Will you visit me please
If I open my door
In cars

Here in my car

I know I've started to think

About leaving tonight

Although nothing seems right
In cars

Gary Numan, Cars1

 


ENTRE TALUD Y CUNETA

Gary Numan parecía dirigir su particular serenata al automóvil a su carácter de exoesqueleto, defensivo y protector y a la vez alienante y aislante, fortalecedor del individuo y debilitador de su capacidad de interacción. En cierto modo, como diría Homer Simpson, “causa y a la vez solución de todos los problemas de la vida”2. Como metáfora, desde luego, poniendo a  un lado a la rosa, con sus colores, perfumes y pinchos, no ha habido otra que lo iguale. Puede canalizar rebeldía y ansia de libertad como en Brand New Cadillac de Vince Taylor3 y posteriormente The Clash4, ironizar sobre la posición de poder que otorga el ocupar el asiento de conductor como en Drive de The Cars5, o poner en relieve la cercana vecindad entre thanathos y eros, vistos desde la perspectiva del volante y el exceso de velocidad en Born to Run, de Bruce Springsteen6…


Pero a Timsam conducir le aburre, como aburre a cualquiera en estos tiempos en los que la capacidad de sugestión de la velocidad y el aire en el pelo quedaron enterrados bajo montañas de normativas, atascos y coches sin personalidad. Mejor dicho, le obliga al aburrimiento en estos tiempos en los que nadie tiene tiempo de aburrirse, y de aquellos restos de asfalto y pintura reflectante estos lodos, de aquel aburrimiento estas obras.

Hablamos mucho de la visualidad, de su creciente importancia en esta época que nos ha tocado vivir, de la cultura visual, pero en realidad miramos muy poco, casi nada. Nos sienta muy bien a los humanos como colectivo pensar que desarrollamos nuestra inteligencia a base de trabajo, de oponer el pulgar a los dedos para mejorar nuestra realidad milenio sí, milenio también. Pero qué duda cabe de que la holgazanería y la vagancia son también características de nuestra especie, y que han ido dejando su huella en nuestro ADN. Tenemos la capacidad de mirar, pero apenas la usamos. En mi Diccionario ‘mirar’ aparece como “fijar la vista en un objeto, aplicando juntamente la atención”; cosa que solo hacemos las primeras veces que vemos un objeto, un lugar o una persona, reduciendo las experiencias posteriores a una vaga recuperación de la información ya archivada, y en la casi totalidad de los casos su inmediata desestimación por aburrimiento. A Timsam también le pasa.

Trabajar va en contra de nuestra naturaleza, y de la naturaleza de nuestro lóbulo occipital - que es quien está al cargo de estos asuntos visuales y que, desde luego, se toma las molestias justas - y de la naturaleza de Timsam cuando conduce su coche una y otra vez por las mismas carreteras, cinco veces a la semana, primero en una dirección y luego en la otra. Me lo imagino las primeras veces, prestando atención para no pasarse la salida, leyendo lo que pone en todos los carteles azules con sus flechas a cuarenta y cinco grados a la derecha; seguro que él no conoce el tema, pero me lo imagino muy contento tarareando a Kraftwerk7… “fahr'n, fahr'n, fahr'n auf der Autobahn”8… Y me lo imagino, según pasan los días y se amontonan los números en el cuentakilómetros, prestando cada vez menos atención a los estímulos que sus ojos mandan a su lóbulo occipital, y haciendo uso en su lugar de lo que ya sabe, de lo que ya sabe y le aburre, y aprovechando ese tiempo para ordenar sus pensamientos y visualizar esas esculturas, esperando en fila dentro de su cabeza por si algún día pasaran a formar parte de la élite de las materializadas.

No deja de ver la carretera, el espejo retrovisor, el volante, el reloj cuentakilómetros… es solo que no los mira, no fija la vista en ellos aplicando juntamente la atención, simplemente procesa en piloto automático mientras se deleita con otras cosas, quizás con esas esculturas mentales… es un estado agradable de la mente… un ensueño, un ensimismamiento… casi un trance… se siente uno plenamente vivo y a la misma vez disgregado de la vulgaridad del mundo… casi como un demiurgo, el demiurgo de los ciento veinte kilómetros por hora… hasta que salta una luz roja en el salpicadero de la mente.

Un perro atropellado quizás, o un trozo de parachoques, un neumático medio desecho  que esta mañana no estaba. En la carretera todo es igual hasta que deja de serlo; me temo que esas esculturas mentales tendrán que seguir esperando, un trozo de neumático y un gato elevador han encontrado terreno fértil en la mente de un conductor en trance, también un parabrisas roto, y un trozo de asfalto salido de su sitio. Leí hace años en un libro de Bruce Chatwin9, que los aborígenes de Australia saben por donde tienen que deambular cuando les toca llevar a cabo el walkabout por las canciones que les han sido cantadas desde pequeños, las letras cantadas les guían por su rito, o más bien recorrido, de iniciación. Timsam sin embargo, se encontró estas piezas por el camino una vez que entendió que la carretera es siempre igual hasta que se aprende a mirar entre el talud y la cuneta. Ahora está componiendo su canción con ellas.


Todo lo torpemente referido aquí y muchas cosas más quedan condensadas en la sorprendente fotografía Quitamiedos, tomada por Timsam en 2018. Sorprendente en una primera mirada - en estas ocasiones si se toma uno la molestia de mirar - por carecer de la rudeza y la violencia de las obras escultóricas que la acompañan, pero sorprendente sobre todo por referir   de manera subrepticia la realidad de la que procede este proyecto artístico en su totalidad. La imagen es atravesada horizontalmente por una barrera quitamiedos de hierro galvanizado, que da paso a unas colinas exentas de dramatismo que descansan bajo un cielo nublado. El tramo de barrera capturado se compone de tres módulos, dos de ellos con el color normal del metal   curtido y erosionado por el paso del tiempo, y un tercero resplandeciente y nuevo, evidentemente recién puesto.

Los dos extremos de galvanizado que se salen de la foto parecen referir el ir y venir por el mismo camino de Timsam, uno apuntado a Troya y el otro a Ítaca, su aspecto desgastado nos habla de ese aburrimiento de la mirada, también desgastada por la repetición y el paso del tiempo; y la pieza central, inmaculada en su sorprendente perfección industrial, la mirada repentina y remozada ante la novedad y lo inesperado, la mirada con la que todos miramos cuando éramos nuevos en este planeta, la mirada que llevó a Timsam a parar el coche y recoger aquello que antes no estaba, y ahora ya tampoco está 

cuando éramos nuevos en este planeta, la mirada que llevó a Timsam a parar el coche y recoger aquello que antes no estaba, y ahora ya tampoco está.

1 Gary Numan, Cars, 1979, Beggars Banquet Records.

2 Matt Groening, Los Simpson, temporada 8, episodio 18 Homer contra la decimoctava enmienda, 1997, Fox.

3 Vince Taylor, Brand New Cadillac, 1959, Parlophone.

4 The Clash, Brand New Cadillac, 1979, CBS-Epic.

5 The Cars, Drive, 1984, Elektra.

6 Bruce Sprinsteen, Born to Run 1975, Columbia Records.

7 Kraftwerk, Autobahn, 1975, Philips.
8 “Conducimos, conducimos, conducimos por la autopista”
9 Chatwin, Bruce, The Songlines, Jonathan Cape, Londres, 1987.

 

Simon Zabell, 2019
 

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